Con el ritmo de vida que llevamos la mayoría de las personas, no es extraño que nos afecte de una manera más o menos intensa el estrés. La clave está en saber manejarlo de manera que no nos afecta demasiado en el día a día.
En la vida existen situaciones que inevitablemente nos van a general estrés, esa sensación de estar bajo mucha presión emocional o mental. La presión se convierte en estrés cuando te sientes incapaz de salir adelante. Los síntomas del estrés incluyen ansiedad, pensamiento inquietante, problemas de sueño, sudoración, pérdida de apetito, dificultad para concentrarte, etc.
Es fundamental para tratar de disminuir estas sensaciones, aprender a relajarnos. Relajarse no implica necesariamente mantenerse en la posición del loto juntando las manos a modo de rezo y quedarse en silencio. Podemos relajarnos de muchas maneras. Ya sea haciendo ejercicio físico, tomándonos unas vacaciones, por pequeñas que sean, y por supuesto, usando las tradicionales técnicas de relajación.
Comer sano y dormir lo necesario. El descanso y una alimentación saludable sin duda va a permitirnos pensar mejor y tener más energía.
Aprender a organizarse. Disponer la actividad diaria en función de los que seamos capaces de hacer, sin agobiarnos ni exigirnos demasiado. Distribuirlas bien las tareas por orden de prioridad nos va a ayudar a relajarnos en el trabajo diario.
Intentar separar la actividad laboral con nuestra vida personal y no permitir que nos influyan la una a la otra.
Aprender a transmitir nuestras preocupaciones con los más allegados nos ayudará a sentirnos más desahogados y con menor carga psicológica.
Buscar otras actividades como el deporte, ir al cine, el teatro, leer, etc.
Tener una actitud positiva y resolutiva e general para todo en la vida, nos va a permitir suavizar los problemas y a sentirnos capaces de enfrentamos a ellos.
Merece la pena aprender estas estrategias para controlar el estrés antes de padecer las consecuencias graves en tu bienestar físico y mental.
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